Lapidarios – Antiguos tratados sobre el uso y las propiedades de las piedras

Para aquellos que crean que el uso de los minerales y cristales para sanar el cuerpo físico, mental, emocional, es fruto de una corriente derivada de la new age o de una moda pasajera, hoy vengo a hablar de antiguos tratados en la historia (¡y son varios!) que ya hablaban del poder curativo de los cristales y minerales: son los lapidarios.

Un lapidario es un libro en el que se tratan las características y propiedades de las Piedras Preciosas.

Los lapidarios son tan antiguos como las civilizaciones. Aunque se encuentran algunas referencias en el Papiro Eber del antiguo Egipto con una antigüedad de 1.500 a.C., es sin duda el desaparecido lapidario de Zoroastro (Siglo VII a.C.) del que sólo nos han llegado referencias a través de Plinio (s. I), uno de los primeros de este tipo de textos. El más antiguo conservado, aunque parcialmente, es sin duda el “Tratado sobre Piedras” o “Perì líthon” de Teofrasto (Ereso 371-Atenas 287 a.C.) en el que el autor hace referencia al valor médico y místico de los minerales. Once de las piedras de las que Teofrasto habla en su tratado son fósiles de plantas, vertebrados o químicos. Por eso, esta obra debe considerarse, además, como el tratado más antiguo que conocemos sobre paleontología, pues además de los fósiles que menciona, en ella se alude expresamente al proceso de fosilización.

Posteriormente Plinio el Viejo (23-79 d.C.), escribió «Historia Natural», una obra que según decía Plinio el Viejo era el extracto y compilación de más de 2.000 obras. Plinio el Viejo dedicó los libros del XXXII al XXXVII a los minerales y a su uso. Plinio el Viejo es uno de los autores más citado y conocidos debido a que su «Historia Natural» fue ampliamente leía a lo largo del medievo latino.

También durante el Siglo I d.C. Dioscórides escribió «Materia Médica» «que es una de las obras de la ciencia griega que más tiempo y en más ámbitos ha influido. Es un tratado eminentemente práctico: un repertorio de (…) sustancias animales, vegetales o minerales que tienen efectos terapéuticos por sí mismas (…). Básicamente la obra de Dioscórides consiste en describir una tras otras diferentes sustancias y enumerar las propiedades terapéuticas que se asocian a cada una de ellas, así como la forma de aplicación y, en algunos casos, forma de preparación y conservación.»* Dioscórides nos presenta 102 minerales de los que detalla sus propiedades terapéuticas. Esta obra sirvió como fuente de multitud de obras posteriores sobre minerales.

Los árabes también utilizaron piedras y escribieron sobre ellas en lapidarios. Los más conocidos son los de Utarid Ibni Muhammad Al-Hasib (o Katib) que tituló “Manafi’Al-Ahjar» y en el que menciona las propiedades de ciertos minerales. Los árabes han escrito numerosas obras sobre los minerales entre las que se encuentran:

  • Yahya Bin Masawaih escribió sobre las Gemas y sus propiedades.
  • Al-Kindi, Ya’koub Bin Ishaaq escribió tres monográficos el mejor de los cuales es «Las Gemas y los gustos». Es un libro citado por otros autores sobre el tema. En cualquier caso, se ha perdido.
  • Al-Hasan Bin Ahmad escribió tres libros en los que escribió métodos de exploración para el oro, la plata y otros minerales y gemas, sus propiedades y localizaciones.
  • Ikhwaan As-Safa escribió un trabajo de tipo enciclopédico que incluía una parte sobre la clasificación de los minerales.
  • Al-Biruni, Abu Ar-Rayhan Mohammad Bin Ahmad es desde el punto de vista de los diferentes autores uno de los más importantes especialistas de mineralogía de la historia Islámica. Su monográfico «Tratado sobre como reconocer las Gemas» es probablemente la mejor contribución a la mineralogía de la civilización Musulmana. En su manuscrito, Al-Beruni no tradujo ni copió la ciencia de otras civilizaciones sino que se limitó a escribir su propia experiencia.
  • Al-Tifashi, Ahmad Bin Yousef escribió «Azhar Al-Afkar fi Jawahir Al-Ahjar» a pesar de que es un libro 200 años posterior a la obra de Al-Biruni, es una obra de menos valor científico que la de éste último. Aunque es una obra superior en lo que respecta a la clasificación de los minerales y a los métodos para estudiarlo y se encuentra muy cercano a lo que podemos leer en libros modernos sobre mineralogía.

Pero fue Avicena (Abu Alí Al-Hussayn ibn Sina) médico árabe medieval quien escribió un tratado sobre minerales en el que se establecía por primera vez la clasificación de los minerales de la siguiente forma: 1) piedras ; 2) Sulfuros; 3) Sales; 4) Metales.

En el siglo XIII otro autor de origen árabe escribió «El Libro de las Piedras Preciosas» fue Mohamed Ben Masur. En su obra Mohamed Ben Masur excribió sobre las propiedades de cristales como el Diamante, el Ojo de Tigre, el Espinel, la Turquesa, el Ónice, el Cuarzo, el Lapislázuli, etc. Los escritos de este autor se basaron ampliamente en las Obras griegas precedentes al respecto.

Durante el siglo IV fue escrito el lapidario que ha servido de guía de los numerosos lapidarios esuropeos aparecidos durante la Edad Media. Este Lapidarios se llamó «El Naturalista» (Physiologus) y fue escrito por un cristiano de Alejandría que ennumeró las propiedades de 50 plantas, animales y piedras. Lo destacado de este lapidario es que extrajo enseñanzas morales de cada uno de los 50 elementos y los relacionó con la imagen de Cristo y de la Iglesia.

En el Siglo IX aparece uno de los lapidarios más conocidos en la actualidad y fue escrito por un obispo de Rennes: Marbodio. Lo llamó Liber Lapidum donde y fue su obra más famosa. Es «un compendio en verso de la mitología y las propiedades de los minerales y las gemas, que para el siglo XIV se había traducido al francés, el provenzal, el italiano, el irlandés y el danés.»1

Muchos otros religiosos, incluso santos escribieron lapidarios. Pero la más conocida en estos Santa Hilegarda de Bingen de la que escribí un post que te recomiendo y puedes leer pinchando aquí. Ella escribió sobre las virtudes curativas de los cristales y proporciona algunos remedios para enfermedades de la época. Hoy en día existe un libro editado donde se recoge la sabiduría de esta Doctora de la Iglesia Católica.

Entre todos los Santos que escribieron lapidarios (y fueron varios) destaca el Lapidario de San Alberto Magno y que el llamo «De mineralibus», tristemente su obra no se encuentra completa pero se sabe que en este libro detalla las propiedades y poderes de 95 minerales que el observó de forma directa. A San Alberto Magno le debemos la palabra mineral, ya que fue él su creador. A continuación reproducimos un fragmento de su obra: «El ágata vuelve invencible al hombre que la lleva encima. El aguamarina hace perder el miedo al enemigo. Llevar encima un berilo infunde miedo a cualquier adversario. El uso del heliotropo es más complicado: «Untado con el jugo de la planta del mismo nombre y puesto en un recipiente lleno de agua, se verá al sol ponerse de color sangre, como durante un eclipse, porque la piedra hace hervir el agua formando una nubecilla que volviendo más denso el aire de su alrededor cubre los rayos del sol de modo que este parece más oscuro. Cuando la nube desaparece deja gotitas de rocío y, con ayudas de ciertas fórmulas vuelve invisible al hombre que lo lleva». El ónice, «llevado en el dedo o en el cuello», provoca depresión, tristeza y avaricia. El ópalo» es ideal para hacerse invisible, puesto que la piedra posee la virtud de ofuscar la vista». Si se echa un topacio en agua hirviendo, puede tocarse ese agua sin temor a quemarse.»

La obra más conocida como Lapidario es el Lapidario que mandó escribir el Rey Alfonso X apodado El Sabio y que es de la misma época que el «De Mineralibus» de San Alberto Magno. Es realmente el único lapidario importante surgido en España. En él se describen gran número de piedras preciosas y se cree que se basó en la obra de Aristoteles. Este lapidario está formado por 4 libros en los que en total examina alrededor de 360 piedras e incluye además (algo muy interesante) sus relaciones astrológicas, que aunque hoy son discutidas por la astrología moderna, supusieron una innovación. El libro es un compendio de conocimientos griegos, helenísticos y árabes. Se crearon bellas ilustraciones policromadas (¡638!) para añadir belleza y exactitud al libro.

A partir de la Edad Media los lapidarios fueron copiados unos de otros de forma que es difícil encontrar algún lapidario original posterior a la Edad Media. Si bien es cierto que durante el Renacimiento se volvió a prestar atención las todas las obras místicas y mágicas que habían caído en el olvido, esta época no dio ningún lapidario reconocido.

En la actualidad estamos viviendo un despertar en lo que a magia y misticismo se refiere y estamos acercándonos de nueva a la sabiduría ancestral y natural de forma que en la actualidad existen numerosos libros «lapidarios» que pueden ser tenidos en cuenta. Si bien es cierto que las culturas de corte chamánico como las indias americanas, los aborígenes australianos, los chamanes de diferentes países de Sur, Centro y Norte América, etc. han conservado su sabiduría cristalina por medio de la transmisión oral, y aunque no se encuentren plasmados en un libro todos esos conocimientos forman maravillosos lapidarios verbales.

* Extracto obtenido de http://dioscorides.eusal.es/dioscoridesInteractivo.php

1 Texto wikipedia

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