Hola de nuevo,
todavía estoy de vacaciones hasta el Domingo pero el comienzo del nuevo mes me ha inoculado ganas de empezar a ponerme en marcha. Con algunos proyectos que quiero iniciar y otros que quiero crear tengo un sentido de urgencia por ponerme en marcha cuanto antes. Pero hoy no quiero hablar de esos `proyectos ni de ninguna terapia o curso, hoy me gustaría iniciar este «nuevo año escolar» con una reflexión.
Ayer recibí una de esas noticias que desconciertan, que dejan con un sabor amargo, que encojen el corazón y que llevan a reflexionar profundamente en la vida, en aquello que de verdad importa.
Así que aquí estoy, queriendo compartir esta reflexión de forma pública, porque creo que nos atañe a todos. Curiosamente es una reflexión que lleva rondándome todo el verano, pero hasta ayer era una reflexión dulce y etérea, fue ayer cuando descubrí la importancia de llevar esta reflexión a la práctica.
Este verano he tenido la enorme suerte de compartir diferentes semanas en diferentes escenarios con diferentes amigos de esos que la vida te regala a modo de bendición, amigos que acaban colándose en lo más profundo de tu corazón, de esos que acaban siendo tu familia, la familia que elijes, no la que la vida te ofrece para crecer y aprender, sino la que elijes con el corazón para enriquecer tu experiencia vital. Hemos compartido buenas charlas, momentos agradables, confidencias, y ratos donde (y aquí viene la parte interesante) compartíamos una reflexión: qué fácil es ser feliz y que poco nos esforzamos por crear más momentos de felicidad.
En nuestra vida diaria siempre vamos corriendo, con prisas, a veces quedar con los amigos es un tema de agendas muy complejo, tanto que no es posible hasta pasados 3 meses. Y sin embargo, cuando encuentras el momento unas cervezas, un plato de aceitunas y una terraza agradable y de pronto… La Felicidad. Compartir comida en un restaurante donde está todo rico y te atienden bien, recibir a los amigos en tu casa y agasajarlos con un menú «made in feito na casa» (hecho en casa), … (A mi se me ve el plumero con esto de las comidas). O simplemente compartir una buena charla con amigos, una charla de esas en las que arreglas el mundo, que te deja la sensación de que no eres el único que piensa como tú, que hay más, y eso reconforta mucho (más que el caldo gallego que hacía mi abuela, que ya es decir). Pero puedo ir más lejos y pensar en que hacerte consciente de tus bendiciones: tener un hijo sano, tener una pareja que te ama como eres, tener salud, tener amigos, tener familia (aunque sea a 10.000 km de distancia), tener un hogar, todo esto trae felicidad al corazón. Al final damos por hecho un montón de cosas por las que podemos sentir felicidad, pero para ello hay que pararse porque en el mundo ajetreado en que vivimos no hay tiempo para ver que los árboles florecen porque ya es primavera (y no sólo en el Corte Inglés), que el cielo tiene hoy un azul especialmente brillante, que la sonrisa de mi hijo me llena de alegría más que encontrar los zapatos de mis sueños al 70% de descuento, que hacer una nueva amiga en las tardes de parque es mejor que el nuevo capítulo de Juego de Tronos, que tener un amigo es tener un tesoro, … Así que para ser feliz solo hay que dedicar tiempo para disfrutar de la felicidad. Hay que prestar atención y darse cuenta y para eso hay que parar la mente y centrar la atención, y dejase huecos en la agenda para que la vida nos sorprenda como recomienda Paz Aragón y yo añado: dejar libre un fin de semana de vez en cuando para que cuando te cruces con un amigo de forma casual tengas un hueco para quedar.
Toda esta reflexión la ha precipitado como ya he comentado una noticia que ha sido triste: alguien con el que una vez compartí como amiga una parte de la vida (incluido un fantástico viaje a NYC y su no menos fantástica boda) falleció con menos de 40 años, dejando dos pequeños, una hermana, unos padres, amigos, … La última vez que le vi por la calle paseando a sus niños me recordó que teníamos pendiente un fantástico viaje a Japón, que ya no podrá ser porque la vida nos mantuvo ocupados y nunca lo organizamos… Él inició su viaje el Lunes, de vuelta a la fuente, espero que sea un viaje placentero y que le traiga felicidad. Por mi parte recordaré siempre su buen rollo y su sonrisa y espero compartir, en otro plano, ese viaje a Japón o algún otro que se tercie, o una cervecita en una terraza celestial desde la que podamos reflexionar sobre lo que de verdad importa: los momentos que nos hacen felices y nos llenan el corazón.
PD En estos momentos de mi vida, donde la mayor parte de mi tiempo soy madre de un precioso niño de casi 3 años, ver el mundo a través de la fascinación que todo le produce es una enorme fuente de felicidad. Así que ser más sencillos a la hora de mirar, reconectar con nuestro niño interior y ver la vida desde él, practicar la atención plena (el famoso y tan de moda mindfulness), practicar el Ho’oponopono y, sobre todo, quedar con amigos afines a ti tomando una cervecita, refresco, smoothie verde o agua infusionada con frutas (tan de moda también) son prácticas terapéuticas que recomendaría para incrementar la felicidad en nuestra vida.